La importancia del Tomero

El Tomero es el emblema de la distribución y es conocido en el lenguaje coloquial como el "repartidor de aguas". Su trabajo consiste en recorrer recibir y observar cuales son las necesidades de los regantes en cada zona de riego que le corresponde. A esta responsabilidad de captar el agua y repartirla se suma la de revisar el funcionamiento de las compuertas, verificar la limpieza de cupos y repartir las boletas de turnos. Su tarea de vigía del agua lo convierte en un verdadero guardián de la distribución del recurso hídrico en cada hectárea regada del suelo mendocino, lo que implica en nuestra región desértica, un doble compromiso para sostener e impulsar acciones que conserven nuestro territorio productivo. La labor del Tomero es un ícono en la cultura del agua, ya que ejerce una tarea imprescindible como es la de hacer posible que cada productor cuente con el recurso en su propiedad.

Figura 107: Tomero

Fuente: Banco de imágenes del Departamento General de Irrigación.

Desde los primeros años de la fundación de la ciudad de Mendoza, hacia 1566, ya se había reglamentado el uso y cuidado de los cauces de riego como funciones propias que debía cumplir el Cabildo. En 1606 se creó el cargo de Alcalde de Aguas, primera autoridad responsable del riego y distribución del agua y en los años siguientes los españoles designaron a las demás autoridades. La Ley General del Agua, sancionada en 1884, determinaba que cada persona que tenía una finca, viñedo o campo, tenía derecho a utilizar agua, pero la misma debía ser administrada en su uso. Por eso las horas de agua que cada finca necesitaba para el riego dependían de la cantidad de hectáreas que estuvieran sembradas. En todo este recorrido aparece la figura del Tomero, persona encargada de abrir y cerrar la toma de agua para que llegue a cada finca, viñedo o campo.