Conquista española
El territorio fue explorado por primera vez en 1551 por la expedición de Francisco de Villagra que avanzó por el Este de la Cordillera de los Andes, desde el Cuzco a Chile, llevando refuerzos para la guerra de Arauco. Antes de este descubrimiento las tierras habían sido anexadas a la Capitanía General de Chile por el Licenciado La Gasca con confirmación por Real Cédula de Carlos V, en 1552. Desde Santiago del Nuevo Extremo, sede de la Capitanía, salieron las expediciones fundadoras de tres ciudades y luego de fundadas las dos primeras (Mendoza, 1561 por Pedro del Castillo y San Juan de la Frontera, 1562 por Juan Jufré), en 1564 se formó el Corregimiento de Cuyo, uno de los 11 en que se subdividió Chile.
La capital del corregimiento fue Mendoza, donde residían las autoridades y se emplazó en el camino entre Santiago de Chile y el estuario del Plata, lugar en que se fundó Buenos Aires por segunda vez en 1580. Aunque la vinculación entre los océanos Pacífico y Atlántico fue considerada vital y estratégica, los intereses de la capital virreinal del Perú (Lima, a la cual este confín de América se subordinaba) impidieron por dos siglos la habilitación de Buenos Aires al comercio con España. Por ende, el movimiento de esta ruta fue de escasa importancia hasta fines del siglo XVIll.
Al surgir en 1561, fecha de su fundación, la Ciudad de Mendoza fue bautizada como “Nuevo Valle de La Rioja”. Gracias a las corrientes de agua provenientes de los Andes y la labor del pueblo Huarpe buena parte de su territorio ya presentaba un paisaje fértil que los conquistadores aprovecharon para erigir allí la nueva ciudad. Estos tuvieron en cuenta la existencia de un sistema hídrico compuesto por redes de canales y acequias.
Este primer sistema hídrico fue fundamental para la consolidación de la pequeña población de entonces y, sobre todo, del incipiente sistema de producción agrícola que sería su sustento. El trazado fundacional de la ciudad además aprovechó las facilidades de un terreno con pendiente Suroeste-Noroeste, por el que podía discurrir naturalmente el agua de riego.
Este sistema había sido estructurado a partir de una acequia que corría en el sentido de la pendiente (a partir de una hijuela desaparecida a mediados del siglo XVIII que dio lugar al actual canal Tajamar). De ésta se desprendían al menos cinco hijuelas menores (una por cada hilera de casas o manzanas de la época fundacional) que corrían de Oeste a Este y atravesaban las manzanas urbanizadas o incluso las mismas calles que las dividían para proveer agua potable y de riego.
Desde entonces, se nota, con marcado énfasis, que el aprovisionamiento de agua es un factor esencial para el desenvolvimiento de la vida en Mendoza. Incluso las mismas Actas Capitulares de la época dan cuenta de los esfuerzos que se hacían por mantener limpias las acequias y los cauces. En esta tarea colaboraban los vecinos quienes destinaban indios a ese servicio.
El 28 de marzo de 1562, Juan Jufré re-fundó la ciudad y la bautizó con el nombre de Resurrección. El motivo del emplazamiento fue el sistema de canales y los cultivos que existían en el lugar, pero fue necesaria otra obra hídrica para abastecer al nuevo emplazamiento. De este modo se construyó el Tajamar, derivado del Canal Zanjón, hoy Cacique Guaymallén.
Figura 182: Cuadro acerca de la fundación de Mendoza, de Rafael Cubillos, artista mendocino
Fuente: “La fundación”, de Cubillos Rafael, (1934).
La nueva ciudad se encontraba muy próxima al zanjón, pero no disponía de agua a causa de la profundidad del cauce a esa altura (12 varas) que no permitía una derivación inmediata. Esto obligó a construir un “tajamar” capaz de servir a la alimentación de un canal que, aún en nuestros días, lleva el mismo nombre. A la altura de la actual calle Córdoba se desprendía de este canal una rama hacia el Este que abastecía a la población y seguía hacia el Norte hasta la actual calle Coronel Díaz. De allí arrancaba el canal que alimentaba la zona que hoy se llama Las Heras.
Según algunos historiadores, la gran acequia proveedora de la ciudad, “la que pasa por este Pucará”, circulaba por la actual calle Salta desde la actual esquina formada por las calles Alem y Avenida Costanera hasta Coronel Díaz. Sería precisamente a esa altura de la ciudad donde se dividiría en dos hijuelas menores: la Chimba y la Zapallar.
Un Acta Capitular de 1566 da cuenta de distintos cursos de agua que existían entonces, al menos en cuatro puntos principales, los que fueron normados después como Allayme, Tobar, Guaymallén y “la que pasa por este pucará”.
La acequia Allayme regaba las tierras del cacique principal de la zona y estaba definida por una falla geológica del terreno que constituía el borde Oeste de las tierras cultivadas. La toma de este importante curso de agua estaba en el paraje denominado Carrodilla donde interceptaba al canal Zanjón mediante un dique derivador. Se trataba de la toma más importante del canal Zanjón que, por estar inmediatamente antes de la gran bajada de la cuenca aluvional de las serranías cordilleranas del Oeste, permitía que dicho canal se convirtiera en salida aluvional y al mismo tiempo, que tomara agua más limpia. Es decir, sin material de suspensión aluvional o de arrastre.
Ubicada al Norte del casco urbano se encontraba la acequia Chimba (nombre indígena que significa tierras bajas inundables, actual departamento de Las Heras).
Para dar una idea de dónde estaban situadas estas grandes acequias, de acuerdo con la ubicación actual de la ciudad y de Oeste a Este, se puede decir que la actual avenida Boulogne Sur Mer era la hijuela del Rey o Jarillal y la actual calle Paso de los Andes era la hijuela Guevara. La actual calle Tiburcio Benegas era la hijuela Allayme. La actual avenida San Martín era el canal Tajamar. La actual calle Salta era la acequia Pardo. El actual Zanjón Cacique Guaymallén era el denominado canal Zanjón, ubicado detrás de las casas del Cabildo y la actual calle Cobos, de Dorrego, era la hijuela Guaymallén. |
Figura 183: Mapa con traza fundacional de Mendoza en 1561
Fuente: Ponte, J.R., De los caciques del agua a la Mendoza de las acequias, INCIHUSA, CONICET, (2005).
Mendoza, como las otras ciudades de Cuyo, vivió aislada y distanciada de la sede de la Capitanía por la Cordillera y de otros pueblos al Este por vastísimas travesías sin agua. En aquella época, un viaje desde Mendoza a Santiago demandaba ocho días, a Córdoba 20 días y a Buenos Aires 45. Su persistencia férrea, asolada por los sismos, el desierto y los aluviones estivales solo puede explicarse por la firme voluntad de sus habitantes. En teoría, su territorio llegaba, por el Sur, hasta los grandes lagos, pero de hecho solo pudo llegar hasta el río Diamante donde estableció la frontera con tierras de puelches y pehuenches araucanizados.
En ciudades como Mendoza, la importancia del soporte hídrico puede observarse marcadamente incluso en el desarrollo urbano. La ciudad adoptó desde principios del siglo XVI el patrón de crecimiento (por bandas o escalonado) que le impuso el sistema de aprovisionamiento del agua. La construcción o reconstrucción de la ciudad capital (aún después del terremoto de 1861) no abandonó esta norma. Su crecimiento se constituyó a parir de la progresiva transformación de las acequias primitivas en calles principales como se puede apreciar en lo expuesto anteriormente.
En 1610 se establecieron misiones religiosas de jesuitas en el Valle de Uco y Juarúa (Tupungato) y se formaron además, al poco tiempo, una colonia agrícola en Barrancas (Maipú). Es así como en 1661 ya existían importantes cultivos con riego artificial en San Carlos, Tupungato, Barrancas, Lunlunta, Corocorto, San Miguel y los bordes de Huanacache donde se había desarrollado la vid, higueras, perales, olivos y maíz, además de algunas variedades forrajeras.
Mendoza tuvo una posición estratégica junto al camino a Chile donde encontró abundante mano de obra y un oasis de cultivo con acequias de riego. Los frutos del Mediterráneo, en especial la vid introducida en 1566, maduraron dulcísimos en este oasis de atmósfera seca, intensamente soleado con lluvias que no coincidían con el período de floración de los frutales. Su economía básica fue de subsistencia, pero hacia 1600 la superproducción de vinos permitió iniciar su comercio, al que se agregó el de arrope, aguardiente, vinagre y frutas secas. Los largos viajes a Córdoba, Tucumán, Buenos Aires, el Litoral y Paraguay, sumados a los deficientes envases, alteraban los líquidos que se transportaban. La vitivinicultura estimuló otras industrias anexas: fabricación de lagares y botijas, construcción de carretas y desarrollo de la artesanía de tejidos de totora para forrar las vasijas y aislarlas térmicamente.
El primer crecimiento urbano notable que se registra en la ciudad de Mendoza fue en dirección de la pendiente del terreno, es decir, hacia el Sureste. Esto significa ir hacia donde discurrían las aguas en forma natural mediante los desagües pluviales y aluvionales, con todos los inconvenientes que esto implicaba: el peligro de la contaminación de aguas servidas por ejemplo. Incluso en la época colonial existió un acueducto que traía agua a la ciudad , es decir, el agua potable desde las sierras vecinas al Callao y que funcionó hasta mediados del siglo XIX. Recién a partir de mediados de 1760 comienza la expansión urbana hacia el Suroeste: a contra pendiente.
Figura 184: Plano de la ciudad de Mendoza en 1761
Fuente: Ponte, J.R., De los caciques del agua a la Mendoza de las acequias, INCIHUSA, CONICET, (2005).
En 1762 ya se aprovechaban las aguas de los arroyos Carrizal, Los Sauces, Vista Flores, Chacayana, Cápiz, Peralito, Yaucha, Aguanda y Agua Caliente en el Sosneado. También se cultivaba sobre las riberas del río Tunuyán, en los distritos hoy llamados La Consulta y Melocotón; Cohiueco en el río Atuel, Cañada Colorada en el río Malalhué y por el Zanjón hasta la hacienda Vistalba en Luján.
Cuando en 1772 se construyó el fortín de San Carlos los cultivos de esa zona eran importantes y se utilizaban para regar las aguas de los arroyos Yaucha y Aguanda.